Toca ya ir poniendo el punto final a mis comentarios acerca de este libro de Forsyth. Por ello no quiero dejar de expresar mi disentimiento con el autor en el sentido de que su obra está escrita, creo, sobre la clave de "los buenos" y " los malos", correspondiendo el primero de los calificativos a los británicos y sus "descendientes próximos",( los norteamericanos y sudafricanos, EEUU y la Unión Sudafricana) frente a los malos, malísimos, que son todos los de la ex -URSS y sus satélites de entonces. División, desde mi particular punto de vista, muy partidista y simple, porque, tal como dice el dicho, "en todas partes cuecen habas". Y la ambición desmedida de poder y de riquezas, así como la envidia y demás vicios y defectos son comunes y alcanzables, desgraciadamente, por cualquier espécimen de la raza humana, blanco, negro, anglosajón, eslavo, mediterráneo, comunista, republicano, monárquico, rico, pobre, de izquierdas, o de derechas, cristiano, musulmán, etc. Ninguna de estas características tiene nada que ver con los principios ni la moral de cada uno, o del significado de lo justo y correcto contrapuesto a lo injusto o incorrecto que anima a todo ser humano, en ese apartado maravilloso de nuestro cerebro que es la conciencia, intranquila cuando se obra mal y tranquila cuando se hace el bien.
Estimo que en esta obra se han cargado un poco las tintas en las maldades atribuibles a los soviéticos y adláteres, mientras que los personajes encarnados en británicos y parientes son enaltecidos en demasía; ya que hasta el ladrón, cuya fechoría propicia toda la posterior trama y argumentos de la obra, resulta ser ¡un fenomenal e inteligente patriota!
No sé si supe expresar bien mi idea. Lo intenté.
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