Anoche terminé de leer "El Pirata", novela escrita por Joseph Conrad, "el emigrante polaco alistado en la marina británica que se convertiría más tarde en uno de los más grandes narradores en lengua inglesa de todos los tiempos", según consta en la portada posterior del libro, Alianza Editorial, colección El libro de Bolsillo, Madrid, 1985, título original The Rover, traductor Eduardo Chamorro. La lectura de este libro me resultó muy interesante. Parte del interés lo despertó la época allí descrita que corresponde al periodo napoleónico que siguió a la época del Terror en la Francia revolucionaria. Su protagonista, Peyrol, un viejo marino sesentón no vivió en carne propia los hechos revolucionarios porque en esa época ejercía de pirata en el otro extremo del Planeta. Ello le salva de tan traumática experiencia. No ocurre lo mismo con los otros personajes que comparten esta historia. Todos ellos aparecen lastrados, de un modo u otro, por los acontecimientos revolucionarios. Los hay víctimas - directas e indirectas - y también, victimarios o verdugos, allí denominados indistintamente “sans –culottes” o “patriotas”.
Al principio, cuando el viejo pirata llega a Francia y se adentra en los territorios cercanos a Tolón, su lugar de origen, me sorprenden los términos e ideas expresados a través de los personajes allí descritos. Por ejemplo, denominar “patriota” a un individuo que en la época de la Revolución se caracteriza por incendiar, robar y hacer matar a todo aquel que le sobra para apropiarse de lo que éste pudiera tener. Seres que despiertan el miedo en sus congéneres a la par que el mayor desprecio por su iniquidad y muchas veces por la impunidad de sus crímenes. Me resulta extraño aplicar el término de “patriota” para un sanguinario aborrecido por todos sus convecinos, espectadores y muchas veces sufridores, de sus desmanes y sinvergüencerías. Para estos casos me parece más idóneo “bebedor de sangre”, con el que también son nombrados en la novela. ¡Pues bien distinto es reivindicar que asesinar y robar!
En la novela el elemento femenino está representado por dos pobres mujeres, tía y sobrina, víctimas de la Revolución. A través de sus historias y experiencias se cuentan las crueles y sanguinarias iniquidades practicadas por los llamados "patriotas" bebedores de sangre, cuando iban a la busca y captura de víctimas propiciatorias con cuyos pescuezos mantener en funcionamiento la infernal guillotina en la época del Terror.
Es digno de resaltar el valor que Conrad da al amor cuando en su novela hace que la bella Arlette al enamorase del joven militar recupere la razón perdida por los aciagos hechos vividos durante la Revolución. De todos modos, pienso que estos arreglos felices están entre las ventajas que suele ofrecer la ficción sobre la realidad. Esta última bastante más cruel y despiadada con los inocentes y sensibles.
Cuando comencé la lectura, lo hice pensando se trataba de piratas. Lo que entiendo yo por piratas, a los cuales relaciono con Las Antillas y el Mar Caribe. En este punto me equivoqué del todo, ya que el protagonista había ejercido la piratería en los mares que circundan los continentes asiático y africano. De todos modos, opino que el título de la novela resulta algo impropio porque la faceta del protagonista aquí descrita, no es la de un cruel pirata, sino la de un hombre sencillo y noble que, a sabiendas de lo que hacía, es capaz de entregar su vida por la patria. En este caso, la Francia napoleónica. El personaje del ex pirata Peyrol es hermoso y tanto como él, el pasaje que describe su último combate. En resumen, la novela me gustó mucho.
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