martes, 11 de marzo de 2008

Los que escriben (II), junio 2005

Sigo hablando de los que escriben. Ayer lo hice de modo general. Hoy me centraré en España ; en mi particular visión de esta cuestión. Cualquiera que eche un vistazo a las secciones culturales de prensa, catálogos de publicaciones recientes, o escuche las críticas literarias o entrevistas al autor del libro más vendido del momento, o ganador de algún premio literario, creo que sacará conclusiones parecidas a las mías, tales como las siguientes:

En España, la creación artística mediante la palabra, llámese novela, poesía, ensayo, guión, etc., es un recinto cercado por una alambrada de intereses de los pocos -pero muy poderosos- grupos editoriales que han quedado. Especie de coto dentro del cual hay unos y unas- contados y repetidos - que escriben – pienso – bajo determinadas consignas sobre cuestiones o temas prefijados por el marketing, con obligadas páginas de sexo - que muchas veces es pornografía pura- violencia, crueldad, magia, y sobretodo lemas raros contra la Iglesia Católica y la Fe Cristiana. La mayoría coinciden en atropellar los valores y normas de conducta hasta ahora tradicionales en las denominadas sociedades cristianas occidentales.

Su oficio, el de éstos y éstas, es escribir. Dominan frases y conceptos. Algunos hasta lo hacen bien y con amenidad. Ganadores, por definición (*) de todos los certámenes literarios de renombre. Son miembros, en muchas ocasiones, de los jurados para la concesión de otros premios menores a los que, a su vez, concurren cientos de ilusos escritores desconocidos. Entre los cuales, los habrá – tengo la seguridad - con verdadero talento creativo e inspiración. Éstos, desgraciadamente, no suelen ser los ganadores, pero cuya inédita obra es revisada por expertos del mundo editorial. Hasta se ha dado el caso, en España y también fuera, de que alguno de estos “iniciados” haya reconocido " su creación" en la obra ganadora de un lucrativo premio, firmada por un escritor afamado. Desde luego que estos pretendidos y desconocidos autores tienen el recurso, si sus medios se lo permiten, de entablar- que no significa ganar - demanda por plagio. Circunstancia que, por otra parte, suele contribuir a una mayor difusión del libro y al aumento de sus ventas. Tampoco hay que olvidar el uso de firmar como propio lo que escriben otros escritores desconocidos y necesitados.

Pienso que en la memoria de muchos están los ejemplos de uno y otro caso. El conocimiento público de la fechoría, en ninguno de ellos, ocasionó el descrédito de sus autores. Se quedaron como antes, o sea, tan campantes.
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(*) Siempre me ha asombrado el hecho de que sean escritores muy conocidos los que ganen o queden entre los finalistas de premios como Planeta, etc. Los cuales, además, simultanean la escritura- elaboración de sus libros- con una intensa vida de relaciones públicas presentando libros, atendiendo entrevistas o colaboraciones asiduas en los distintos medios de comunicación. También, en alguna que otra ocasión, titular de algún cargo en organismo o institución. ¿Cómo lo hacen? ¿De dónde sacan el tiempo físico necesario?

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