martes, 18 de marzo de 2008

Tres Rosas Rojas, de José Mª Sánchez-Silva

Es la segunda narración del libro, la que sigue a Marcelino Pan y Vino, y me resultó de mucho contraste. La moraleja de la historia, si había intención de ello por parte del autor, es bien sencilla: no te puedes fiar de la veracidad de los hechos ni de la identidad real de los personajes mostrados por "esos que andan escribiendo en los periódicos". Dicho de otro modo, cualquier parecido con la realidad, o verdad, de lo que algunos "periodistas" escriben, puede ser sólo pura coincidencia. Extensiva a todos los medios de comunicación de este país.

La verdad, pura y dura con sus protagonistas reales, pocas veces es mostrada tal como ha sido en el momento en que se produjo. Se nos hacen ver las cosas que les interesa, cuando y como mejor les convenga. Así, la información unas veces se corta y acomoda convenientemente, haciendo "trajes a la medida". Otras, se le resta importancia colocando la noticia, con pocas líneas, en páginas y lugar recónditos. Y la mayoría de veces, las más, tenemos omisiones y silencios. ¿Ejemplos concretos? Creo puede servir la prensa catalana, cuyos periódicos tradicionales y de mayor divulgación y peso dentro de la opinión pública local se caracterizan por su parcialidad o partidismo ideológico, casi siempre en favor del poder político o económico que gobierna. La información es rigurosamente filtrada, revisada y finalmente discriminada, manipulada y retocada en virtud del tamiz ideológico apoyado. Muestras evidentes las tenemos en: el affaire del Carmelo; el abuso y discriminación de las políticas lingüísticas practicadas por la Generalitat; los silencios absolutos o parciales ante los distintos escándalos económicos financieros surgidos estos últimos veinte o veinticinco años en los que están involucrados o protagonizados por alguno o algunos de sus factótums. Pero, para muestra más reciente me remito a la noticia publicada en El Mundo sobre las historias médicas de diversos pacientes de nueve de los grandes hospitales públicos de Cataluña que han sido usados- indebida e ilegalmente- por la Administración Pública Autonómica. Hecho en sí grave, muy grave, por atentar al derecho a la intimidad y privacidad de datos y porque quienes ha infringido este delito son las máximas autoridades que gobiernan en esta Comunidad. Además lo han hecho con el fin innoble de fiscalizar, averiguar, si los médicos y sanitarios adscritos a estos centros públicos usan el catalán. ¡Cómo que ello es vital para la salud pública!

Volviendo al cuento de Sánchez-Silva, cuando el lector descubre la falsedad de lo escrito, anhela hacer pedazos diminutos las hojas leídas. Entre las frases con que termina su historia, transcribo ésta:"Soy impresionable. Temo a los fantasmas, a esos seres inventados que son los fantasmas de verdad."Sólo me cabe añadir: ¡Yo también!

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