sábado, 8 de marzo de 2008

Cuán verde era mi valle, de Richard Llewellyn, febrero, 2006

Hace ya unos cuantos días que terminé de leer esta gruesa novela escrita por un británico que se sentía galés. El libro es una sexta edición, publicada en abril de 1945, de Editorial Sudamericana, Colección Horizonte, de Buenos Aires, Argentina, traducción de Pedro Ibarzábal de la obra original en inglés titulada "How green was my valley". Seiscientas sesenta y siete páginas hablan infinidad de cosas respecto a unas gentes que vivían básicamente de su trabajo en unas minas de carbón localizadas cerca de un pequeño pueblo de la región de Gales del Reino Unido. En una época comprendida entre finales del XIX y el primer tercio del XX.

El personaje Huw, nos relata, en primera persona, sus múltiples recuerdos y vivencias de otros tiempos, sobre costumbres, comidas, fiestas, creencias, prácticas religiosas, vestimentas, educación y formación infantil, el trabajo en la mina, diversiones, amores, desamores y un largo etcétera. Con minuciosidad nos va dando los distintos cuadros de costumbres y usos de aquella sencilla y simple comunidad de personas que en sus comienzos vivía en un hermoso entorno natural en consonancia a la armonía del ambiente y de las relaciones familiares, laborales, sociales y económicas. Donde primaban los afectos sinceros, la solidaridad, la comprensión y ayuda en las relaciones interpersonales, el afán de superación, el trabajo duro para conseguir las cosas, el compartir los bienes, las alegrías y las tristezas. En fin, personas entre las cuales existía una arraigada tradición cristiana producto de un profundo conocimiento y práctica de las Escrituras. Pienso que en el fondo la protagonista indiscutible de esta novela es la comunidad galesa. Las gentes del País de Gales (Wales), representadas por los numerosos miembros de la familia Morgan, padre, madre, e hijos, seis chicos y tres chicas. Cada uno de estos personajes es utilizado para la descripción de roles familiares, trabajos, ideas, problemas o conflictos que tuvieron lugar en aquella comunidad en tan delicado y crucial momento.

Hay en esta novela muchos personajes, entre los cuales yo destacaría cinco: Huw, el narrador de los hechos, desde pequeño hasta, intuyo, melancólico sesentón. Para seguir, en orden de importancia, con Gwilym y Beth, el padre y la madre; el sacerdote Gruffydd y la cuñada Bronwen. Con ello no quiero decir que los otros personajes que aparecen en esta novela no tengan interés o importancia, sino sólo que para mí estos personifican y representan aquellos aspectos de mayor relevancia de los muchos tratados en la obra.

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