viernes, 14 de marzo de 2008

Los Pazos... (Ricos y poderosos), septiembre, 2006

Hace ya unos cuantos días que acabé de leerla. Entonces me quedé bajo el impacto de la historia que allí se explica. Luego, como siempre y de modo paulatino, te olvidas de la historia en sí, y empiezan a desfilar los tipos humanos o los hechos transcendentales. Y, en ocasiones, surgen las comparaciones con la realidad conocida de hoy, para llegar, si cabe, a particulares conclusiones. Así, tras la lectura de esta novela, los que considero quedan peor son los ricos. No hay rico allí descrito que se pueda salvar; sus únicos objetivos y preocupaciones se centran en el logro de más tierras o dineros fáciles, mediante matrimonios, herencias, etc., El mejor ejemplo lo tenemos en don Pedro, el señor marqués, descrito como un ser  bruto, sin formación ni cultura y exento  de valores morales. Un disoluto incapaz de trabajar y menos aun de conservar lo que por la gracia de cuna tiene el don de poseer. El cual a pesar de saber quién y cómo le roba, lo deja, indolentemente, hacer. Este personaje es un prototipo humano, encarna a tanto" hijo de papá" que va por esos mundos de Dios, creído de que todo se lo merece, sin por su parte poner o aportar nada. Y quien, al final, por ley natural, será desplazado por otro que, como vulgarmente se dice, desde que se puso en pie, ha tenido que ganarse el poco pan duro que se haya llevado a la boca. Como bien nos lo muestra Pardo Bazán, los modales, costumbres, vicios y desafueros del marqués no le distinguen en nada de cualquier otro mortal del contorno. Su distinción le viene exclusivamente por ser el heredero varón de una familia de alcurnia del lugar.

En la novela de Pardo Bazán don Pedro no es una excepción, sino sólo una variante. Las historias y detalles acerca de sus parientes maternos más cercanos es la mejor muestra de lo que quiero decir: expoliadores de patrimonios ajenos; no tienen ningún pudor ni prejuicio moral a la hora de hacerse con los bienes de una viuda y de un huérfano, aunque éstos sean la propia hermana y el sobrino.

Mención especial merece también otro tío del tal don Pedro, el señor de la Lage. Un viudo con un montón de hijas y un único varón, último de los hijos habidos. Al cual irá la casi totalidad de la herencia familiar. Las actitudes y detalles acerca de las costumbres y usos de reparto de herencias y dotes matrimoniales, narrados por Pardo Bazán a través de este personaje, testimonian unas costumbres demasiado discriminatorias e injustas para las mujeres. Discriminaciones e injusticias, por cierto, reguladas y recogidas por normas y leyes.  Me resultó chocante el interés que tiene este personaje en "colocar" a una de sus hijas con el sobrino, cuyos vicios y costumbres le son sobradamente conocidos, sólo por aquello de unificar tierras y señoríos. Postura para mí poco encomiable y más bien indigna.

Pero me resultó, si cabe, aún más escandalosa la descripción de  las actitudes indolentes de esta clase llamada alta, incluido el clero, es decir, la élite del lugar, en donde a pesar de la general precariedad en la que parece hallarse la zona descrita en la novela, se nos refieren comilonas de estos personajes, en las que desfilan, nada más ni nada menos que, creo recordar, hasta veintiséis o más platos de carne(pavos, cerdos, cabritos, terneras, caza...) ¡Qué tiberios! En comparación con ellos, Primitivo, y su bonita hija, me parecieron mejores personas, porque, al fin y al cabo, tratan de sobrevivir en aquel coto cerrado en donde a los desgraciados y humildes les está todo negado en razón de arbitrarias leyes o costumbres similares a las antiguas servidumbres feudales.

Resumiendo, de haber sido reales o con elevados tintes de veracidad los cuadros pintados por Pardo Bazán en Los Pazos de Ulloa, espero hayan quedado en el más pluscuamperfecto de los pretéritos.

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